Esta imagen de Cristo es obra de Andrei Rublev (el pintor de íconos cuya vida llevó al cine Andrei Tarkovski). La imagen está despintada y hay restos de humedad en ella. El tiempo parece haberse devorado a Cristo.
Se cuenta, se dice que los íconos poseen el misterio de la oración. Los santos lo pintan en estado de gracia, en oración permanente, en ese estado el icono conoce la luz y en él queda impreso el misterio de la creación, el sentido profundo de la oración, en el icono descansan las verdades del santo, el dolor y la misericordia, la desazón del tiempo, el sentido profundo de la creación, el espacio que la creación dedicó a la existencia de aquel objeto perdura en el interior del objeto: si uno observa con sencillez de espíritu, el corazón alegre y fe en el mirar descubrirá el misterio tras la obra.
El ojo, demasiado acostumbrado a las apariencias del mundo, no puede ver lo que encierra el objeto que ahora tiene frente a sus ojos, la mirada se posa sobre el sentido y no sobre el silencio.
El ojo, demasiado acostumbrado a las apariencias del mundo, no puede ver lo que encierra el objeto que ahora tiene frente a sus ojos, la mirada se posa sobre el sentido y no sobre el silencio.
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