13.7.05

Dostoyevski y el teatro

Dostoyevski no eligió el teatro. Cabe preguntarse por qué. Tal vez en su época el teatro no fuera bien visto o tal vez el auge de la novela pudo haber eclipsado - en la Rusia de comienzos de siglo - el poderío de la escena: esa escena que supo después brindar los trabajos de Chejov, o los de Stanislavsky y Meyerhold, o los de Vajtangov y Gorki: el teatro se preparaba para recibir a sus nuevos apóstoles. La novela, entonces, despedía a los suyos. Dostoyevski es – tal vez – el más enorme de los apóstoles de la novela. Y es desde ese espacio que crea uno de los géneros más radicales: la novela polifónica (Bajtin dixit). Dostoyevski es a la novela lo que Shakespeare al teatro. El autor pareciera disolverse entre infinitos sujetos, su discurso se eclipsa – luminoso - en las conciencias que deambulan en sus obras: es por esto que – entre otros motivos - uno pueda sentirse tentado de ver en Dostoyevski a un autor de teatro: nada más errado: Dostoyevski no es un autor teatral: hubiera escrito teatro si hubiese creído que aquella podía ser la mejor manera de decir lo propio. Dostoyevski escribe novelas en las que hay cuerpos, cuerpos atravesados por ideas, ideas que tienen la violencia de un corazón estallado y la certeza de una herida. Las novelas de Dostoyevski son árboles de voces, son cuerpos en torsión, son almas que buscan ansiosamente la salida del laberinto. Toda esa comedia humana, todas la vertientes de pensamiento, en fin: todas aquellas ideas y todos aquellos cuerpos forman parte de una de las enciclopedias más poderosas de Occidente: Dostoyevski. En él pareciera resumirse (como en un aleph (que es otra forma de la enciclopedia)) todo el pensamiento del futuro siglo. Dostoyevski nos habla a nosotros y ese nosotros tiene el cuerpo de la humanidad presente y de la humanidad futura. Pensar en Dostoyevski como en un autor de teatro es caer en la trampa de creer que sus novelas son un entramado de anécdotas, una serie de peripecias fácilmente trasladables a la escena: no. En Dostoyevski la anécdota es un estertor, es un espacio de luz que une dos oscuridades: las oscuridades son las almas de esos cuerpos que él pone a batallar sobre la escena de sus novelas.

Alejandro Tantanian

No hay comentarios.: