31.7.07

Para el recuerdo: Io t'abbraccio

Este dúo acompañaba a los espectadores al dejar la sala de Los Mansos / Cantan Andreas Scholl (el más grande entre los grandes) y Anna Caterina Antonacci (la más grande entre las grandes) & que lo disfruten.

8.7.07

El día después: la demolición






"Mañana demuelen nuestra pileta: señal extraordinaria de que este espectáculo es y será único."
del post Una carta para el final

Fotos © Oria Puppo
tomadas el sábado 7 del mes 7 del año 2007 por la mañana: el final es - entonces- inexorable: bienvenido sea.

Algunas fotos de la última función

Cantar para olvidar la tristeza


So in love para el final


El cuento del tren: Rogojin miente por última vez


La casa de la infancia y las ratas encontradas por vez definitiva: Myshkin se queda para siempre en su casa de infancia.


Un saludo para el recuerdo: final.

Fotos © Oria Puppo
(desde un lateral y no desde la platea)

A pedido de Santiago

La Galazzi, nuestra Nastasia

Nastasia
Cuando nací la nena se había muerto. Y yo nací porque ella se murió. La nena era hija de mis padres. La primera. Murió agarradita de los fierros de los médicos. Fórceps. La cabecita aplastada y el cuerpito menudito, menudito. La enterraron en el jardín: cerca del rosal. El cuerpito de la nena hizo crecer el rosal. Tenía forma de fórceps el rosal.
Pausa.
El hombre que amé se fue abriéndose la cabeza de un tiro: manchó los libros con su sangre. Me despedí para siempre del amor cuando aquel tiro estalló en la cavidad de su boca. La boca que yo besé. El hombre que amé se llamaba Levón.
Pausa.
Cuando supe del amor, el destino me dio la furia y la sangre de Levón. Fui mansa. Hasta aquel beso que reventó en mi boca.
Pausa.
Muerte y más muerte.
Pausa.
Muerte y más muerte.
Pausa.
No entiendo.
Pausa.
Muerte y más muerte.
Pausa.
Las de otros.
No la mía.
Pausa.
Mi historia es un cuchillo.

Silencio largo.

Fragmento de Los Mansos de Alejandro Tantanian

7.7.07

Annabella escribe

¿Cómo escribir esto ahora, recién llegada, terriblemente dormida? Pero, ¿cómo no escribirlo ahora, cómo permitirme dejarlo para después? ¿Cómo explicar todo lo que Los mansos significó en mi vida aunque yo estuviera del lado de afuera? (no hay afuera, ni siquiera hay un “debajo del escenario”, Los mansos siempre permitió la sensación de estar todos “adentro” y esa es una de las cosas que la hacen tan única como dice Tantanian en el post).
Empezar por el principio (y escribir el comentario más extenso de la historia de los blogs): por una de esas arbitrariedades típicas del Bafici el año pasado caí en la función de prensa de Glue. Y caí, de hecho, de culo, pasmada, cuando descubrí a Nahuel (a quien ya había descubierto aunque sin haberlo descubierto del todo unos cuantos meses antes en El aura). Después se vino la entrevista y después Los mansos. Y después… todo lo que me pasó con Los mansos.

Desde la primera vez que la vi y salí cuestionándome muchas cosas desde una lógica extremadamente estructurada, hasta las siguientes en las que iba descubriendo siempre nuevas aristas, y las finales, en las que ya era capaz de repetir el diálogo junto a los actores. Cada función a la que asistí me trae un recuerdo: la obra me pegó de distintas maneras, dependiendo del punto justo en el que yo me encontraba en la vida en cada momento. Llevé a casi todos mis amigos (muchos de los cuales hoy supieron ser también reincidentes, para acompañarme en la despedida). Los vi a todos: a Nahuel, a Suardi, a Sancerni, a Galazzi, a Zorzoli, a Bogdasarian. Me reí mucho, con el helado de cerezas al maraschino y la señora que se levantó y se fue durante el toshka toshka sapitaia cambiando el resto de la función. Me pegó siempre muy fuerte (cada vez más fuerte) el monólogo de Nastasia, esa muerte y más muerte, la de los otros, no la mía.


Es imposible hoy pensar que no voy a poder volver a verlos ningún viernes, que ese árbol (del que me quise robar una ramita y no me animé) no va a volver a elevarse, que el idiota no va a imitar a una ratita, que nadie va a volver a cruzar ese piletón (que ya no estará) con una vela encendida.
Odio que las cosas se terminen, y no puedo evitar pensar que con el fin de Los mansos hay una pequeña partecita de mi memoria que se cierra, una pequeña historia que llega a su fin.
Hoy cuando llegué al Camarín, me saludó el señor de la puerta. Me dio vergüenza. Y me causó un poco de gracia. Claro. Era la octava vez que iba a ver Los mansos. Yo sabía que iba a ser la última, y supongo que el señor también. Lo mínimo que podíamos hacer era saludarnos. Al fin y al cabo era una despedida.
Tanto escribir al pedo simplemente para decir que voy a extrañarlos enormemente; que amé, amo y amaré a Los mansos y a cada uno de los que lo engendraron, criaron y cuidaron; que fue difícil decir adiós desde la sillita de plástico, teniendo plena conciencia que esta sí era la última vez que iba a escuchar cada línea, escrutar cada gesto, dejarme llevar por cada sentimiento; y que así como más comúnmente hay canciones que acompañan períodos de nuestras vidas, un período de la mía estará por siempre unido a Los mansos.
Es difícil decir adiós, pero los dejo (antes de que me dé más vergüenza que saludar al señor de la puerta).
Besos.
Anabella.

6.7.07

Carta de despedida

Debo una carta.
No una despedida, sino una elegía.
No una elegía, sino el recuerdo de una epifanía.
No una epifanía sino, en mi caso tres, número mágico. Las tres veces que fui insumisamente manso, sentado en la sala "tarkovstantaniana".
Ahora escombros, pero habitados por todos nosotros.
¿Quién camina sobre el hombro de quién para salvar, o salvarse, para hundir, para flotar? ¿Quien juega con un pequeño raton roedor de la memoria? ¿Quién ve nacer para siempre un árbol eterno y renacido? ¿Quién pierde o tira una fotografía en un tren para que se produzca el encuentro? ¿Quién canta como en un musical tan alegre que hace nacer una fuente "De lágrimas"? ¿Quién dice que Los Mansos terminó?
Quién dice que algo que está tan vivo en la piel de todos los que participaron en la ceremonia, en la piel del alma, en sus pliegues, no siga siempre: "tal vez mañana".

Debo una carta.

Y si es elegíaca, es porque celebra que algo estuvo vivo en este tiempo que no podra ser jamás inane con experiencias como Los Mansos.
Y lo recuerda y revive con rusa argentina universal pasión.
Un beso a todos por todo lo que nos dieron.
Y como diría otra rusa: quisera oir el sonido del corazón de todos, actores, oficiantes, técnicos, público, y besar ese latido. Que es también, el mío.

PD: Y en lo muy personal: gracias por tantos viernes inolvidables de cenas post-función a las que fui, al principio de colado, perdido entre incipientes amigos, hasta sentirme parte de la familia, de la experiencia infinita del amor en cuerpo vivo.

Un beso enorme,
Alejandro Ricagno
Insumisamente manso, (y tal vez ruso - tal vez por qué no?).

Una carta para el final

Una tormenta --- : eso.
Trajo uniones amorosas: casamientos, casas nuevas, novios.
Novias hizo: trajo hijos.
Desarmó pasados, confortó almas, exorcizó fantasmas, trajo otros nuevos (más calmos, más adultos).
Festejó cumpleaños, sopló velitas, pidió deseos.
Acompañó dolores, enfermedades, accidentes: de todo eso salimos indemnes, más fuertes: así, hoy.
Trazó nuevas geografías en los cuerpos.
Permitió que algunos que habían dejado el escenario lo volvieran a habitar (espero que para siempre).
Armó familia: unió lo más lejano: acercó el cielo a la tierra.
Como una tormenta en tiempos de sequía trajo lo que cada uno deseaba.
Yo pude dejar atrás un enorme pasado, yo pude gracias a todos ustedes seguir creyendo en mí como artista, yo pude dejar hablar a mis abuelos, a mi sangre, que estaba tan callada, tan sufriente, tan en silencio.
Yo pude amar a un hombre hermoso porque Los Mansos tiene en el corazón de sus palabras otro hombre hermoso: proverbial, arquetípico.
Yo volví a ver la cara de mis abuelos frente a la maravilla de la creación.
Yo volví a darle una oportunidad a Levón para que explicase su suicidio.
Yo le ofrecí a Novella (mi madre) una historia dolorosa pero propia.
Yo pude - siempre con ustedes, siempre gracias a todos ustedes - crear una obra única (así lo creo, no por su "importancia" sino por su singularidad).


Hoy termina.
Mañana demuelen nuestra pileta: señal extraordinaria de que este espectáculo es y será único.
Euforia tengo, dolor tengo, ganas de besarlos a todos, ganas de llorar (lloro hoy mientras escribo esto, sí).
Los que me conocen bien saben que Los Mansos fue para mí un espacio de contención y de felicidad: el refugio al dolor y a la vida que a veces no es mansa.
Los Mansos termina hoy y hay que celebrar la muerte porque es señal de que estuvo vivo: muy vivo.
Y saber que vamos a crear otro y otro y otro: nunca igual a éste: mejor o peor (no sabemos), pero nunca igual.
Así: una tormenta: bella y única: Los Mansos: nuestra vida juntos: el futuro: lo que sigue: lo que vendrá.

Los quiero: gracias, por la enorme felicidad de llegar hasta acá.

Alejandro.

2.7.07

La última función

Acabo de llegar de un viaje maravilloso por Alemania. Todo anduvo más que bien por esas zonas (pueden consultar el blog de La libertad). Hoy, lunes 2 de julio de 2007, estoy en Buenos Aires y me preparo para una semana especial. El viernes bajamos definitivamente con Los Mansos, el tiempo es, entonces, el de la despedida. No hay mucho más por decir, sólo agradecer a todos los que hicimos posible este espectáculo que (lo sabemos) nos cambió la vida para siempre. Gracias también a los que nos leen desde acá, a los que nos acompañaron en cada función, a los que supieron decirnos lo que pensaban: a todos, entonces. Sólo eso. Ya podré escribir un poco más cuando este jet lag me abandone. (Risas).