19.3.06

Nastasia Filipovna Barashkov es María Inés Sancerni

Inés, la maravillosa.

Stella Galazzi parte en gira con La Malasangre de Griselda Gambaro por la Argentina toda: ante esta situación de despedida - temporaria - optamos por la maravillosa María Inés Sancerni para que tome el lugar de Stella.
Inesa - así la llamamos quienes la queremos mucho - ya está ensayando y estamos seguros que deslumbrará a sus fanáticos y a quienes aún no la han descubierto (pocos, por suerte). Con este post queremos - entonces - bienvenir a nuestra nueva Nastasia Filipovna Barashkov.

Nuevos horarios desde abril

A partir del sábado 1 de abril, las funciones serán los sábados a las 23 y los domingos a las 20 horas.

1.3.06

Una geometría oscura y brillante

Acerca de Los Mansos, de Alejandro Tantanian

Los Mansos es una obra de Alejandro Tantanian estrenada por primera vez en agosto del año pasado y repuesta nuevamente a principios de este mes. Las funciones se realizan los viernes y sábados a las 23: 15, en uno de los nuevos escenarios de El Camarín de las Musas. En este caso, se trata un galpón con techo de chapa y piso de cemento, fraccionado cerca de la mitad por una suerte de pileta o fosa (similar a la que usan los mecánicos para revisar a los autos). Esta fosa funciona como una especie de Salón de Usos Múltiples: es el río que atraviesa el príncipe, es una casa, es el tren en el que se encuentran los personajes. Aquí, y, en un pequeño semi-piso al que se accede mediante una escalera ubicada al fondo de la sala, transcurre la acción de la obra. Los Mansos se define como un “espectáculo sobre motivos de El idiota de Dostoievski”, en la que se funden igualmente diversos elementos de la propia vida de Tantanian y de los actores. Luciano Suardi (Rogojin, sin dudas el trabajo más sólido), Stella Galazzi (Nastasia) y Nahuel Pérez Biscayart (Myshkin, “El idiota”), componen el elenco. Es importante señalar que todo el proceso de construcción de la obra e intervención del espacio fue registrado en un blog de internet (http://losmansos.blogspot.com) y en la muestra fotográfica de Ernesto Donegana. Naturalmente, este gesto muestra una voluntad de desmontar la preocupación exclusiva por el resultado de la obra, por la obra como producto, e intenta dirigir la atención al proceso que la sostiene, confirmando, al mismo tiempo, el deseo de esfumar las fronteras entre el arte y la vida.

En la geometría de Los Mansos, digámoslo así, predomina la figura del triángulo: no sólo el de los personajes en escena, sino también el que estos en conjunto forman con Dostoievski y Tantanian. Si Dostoievski construye sus novelas con material de su propia vida (por ejemplo, el hecho de que El Idiota sufra, al igual que él, de epilepsia), Tantanian practica un ejercicio similar (con la vida del escritor ruso y con la suya propia) y le da cuerpo a su historia en tres personajes. Como explica en el propio blog: el “yo” está desplegado sobre los tres al mismo tiempo; cuando el “cuerpo de actores” se ocupa de la historia (de la vida de Tantanian), el “yo”, como quería Rimbaud, también “es otro”. Myshkin puede ser Cristo, manso, martirizado y atacado (tal como se exhibe durante la obra en el cuadro de Holbein), o Dostoievski, delirando en la enfermedad, o el propio director, contando la historia que dice “la verdad”. Si cada uno de los personajes necesita del otro para llegar a lo que busca (Myshkin, su casa de la infancia; Rogojin, la felicidad absoluta; Nastasia, la tranquilidad), Tantanian, como dijimos, se vale de los textos del escritor ruso para buscar su propia historia y de los personajes para corporizarla.

La fosa en la que se mueven los personajes está rodeada por un tabique que los cubre de las rodillas para abajo. Ellos sueñan, no tienen (al menos, no lo sabemos) los pies en la tierra. Pero el cielo es también el lugar de los muertos, entonces la superficie adquiere, en la imaginación del espectador, la impactante fisonomía de un nicho. Lo que vemos es lo que hay: no existe una profundidad ni un detrás de escena en el que la verdad se revele como tal.

Los Mansos es un entramado de imágenes hermosas y oscuras --- basta recordar el cruce por el borde del río-fosa que hace el príncipe con la vela en la mano, la escena final, o la carrera por llegar a Nastasia entre Rogojin y Myshkin, durante el cumpleaños de éste último. Imágenes extrañas: al momento de analizar el Cristo muerto de Holbein, reproducido también en una de las paredes de la fosa, lo que se escucha es música… de un judío. Sobre el final, un árbol se levanta del suelo con un mecanismo de sogas y poleas. Los actores se adelantan a sus personajes y revelan al público su intimidad. Las luces alternan constantemente entre el blanco, el amarillo y el azul. El escenario de Los Mansos es un bosque melancólico, brillante, lleno de voces que susurran. Es el instante imperceptible en el que la vida se vuelve obra de arte.

Nicolás Vilela