6.7.07

Carta de despedida

Debo una carta.
No una despedida, sino una elegía.
No una elegía, sino el recuerdo de una epifanía.
No una epifanía sino, en mi caso tres, número mágico. Las tres veces que fui insumisamente manso, sentado en la sala "tarkovstantaniana".
Ahora escombros, pero habitados por todos nosotros.
¿Quién camina sobre el hombro de quién para salvar, o salvarse, para hundir, para flotar? ¿Quien juega con un pequeño raton roedor de la memoria? ¿Quién ve nacer para siempre un árbol eterno y renacido? ¿Quién pierde o tira una fotografía en un tren para que se produzca el encuentro? ¿Quién canta como en un musical tan alegre que hace nacer una fuente "De lágrimas"? ¿Quién dice que Los Mansos terminó?
Quién dice que algo que está tan vivo en la piel de todos los que participaron en la ceremonia, en la piel del alma, en sus pliegues, no siga siempre: "tal vez mañana".

Debo una carta.

Y si es elegíaca, es porque celebra que algo estuvo vivo en este tiempo que no podra ser jamás inane con experiencias como Los Mansos.
Y lo recuerda y revive con rusa argentina universal pasión.
Un beso a todos por todo lo que nos dieron.
Y como diría otra rusa: quisera oir el sonido del corazón de todos, actores, oficiantes, técnicos, público, y besar ese latido. Que es también, el mío.

PD: Y en lo muy personal: gracias por tantos viernes inolvidables de cenas post-función a las que fui, al principio de colado, perdido entre incipientes amigos, hasta sentirme parte de la familia, de la experiencia infinita del amor en cuerpo vivo.

Un beso enorme,
Alejandro Ricagno
Insumisamente manso, (y tal vez ruso - tal vez por qué no?).

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