17.4.05

Algunos recuerdos

Mi abuela maldijo a una vecina que le negó una vez el pan. Tuvieron que pasar varios años para que mi abuela pudiese ver por sí misma las consecuencias de la maldición: la vecina fue asesinada en su propia casa de un hachazo en la cabeza. La cabeza partida al medio fue lo que mi abuela vio cuando retiraron el cuerpo.

Mi abuela solía desmayarse seguido. Se agarraba a un poste de luz y se dejaba caer lentamente hacia el piso. Mi madre la acompañaba seguido a hacer cosas en la calle. Y sabía que cuando se agarraba a un poste, era señal de desmayo. Más tarde, muchos años después, se le descubrió que aquellos desmayos eran la manifestación de una epilepsia muda.

Cuando salieron de Rusia llevaron los almohadones repletos de joyas.

Mi mamá conservaba una foto de mi abuelo y ella. Cuando mi abuelo fue encerrado en un campo de concentración, mi mamá, en su casa, sacaba la foto por la ventana para darle aire.

Mis abuelos y mi mamá se fueron de Rusia buscando a un primo de mi mamá que había desertado del frente. Se llamaba Levon, que significa León. Levon dejó Rusia y se vino a América. Hasta acá llegaron mis abuelos y mi mamá buscándolo. Mi abuela era la que lo buscaba. Mi abuela convenció a mi abuelo que abandonaran Rusia para buscar a Levon.

Aliosha era el nombre del hijo de una amiga de mi abuela. Era mayor que yo. Y hay fotos en donde se puede ver que nos queríamos. Él se murió cuando yo era muy chico.

Mi abuelo llevaba los bolsillos del saco llenos de caramelos.

Mi abuelo me llevó a ver EL LIBRO DE LA SELVA ocho veces seguidas. Fuimos durante ocho semanas a ver la misma película. No recuerdo si fui yo el que se lo pedía.

Levon organizaba unas navidades gigantescas. Éramos muchos en el piso de Callao. A las 12 se tiraban rollos de papel higiénico desde el balcón como si fueran guirnaldas. El árbol estaba repleto de regalos.

Mi abuela me hacía un camino con pedacitos de pan negro untados con manteca y con un pedacito de aceituna negra. Eran hormigas que se comían.

Mi abuela me cantaba todas las noches una canción que decía: “Dórmi Vivi, dórmi Gladys, dórmi mami, dórmen todos menos Alik.” También me rascaba la espalda.

Mi abuelo jugaba al solitario en la mesa redonda de la cocina.

Mi abuelo hacia ruido con las fichas del nardí. Backagammon le dicen acá.

Mi abuela me contaba que su papá enterraba la Biblia en el jardín de la casa y la desenterraba cada noche para leerles algún pedacito.

Mi abuela cuenta que su papá se murió de un susto cuando una lengua de fuego saltó sobre una manta que le cubría las piernas. Tenía pánico al fuego.

Mi abuela un día decidió no levantarse más de la cama. Y se quedó acostada durante ocho años antes de morirse.

Mi abuela llevó siempre las uñas pintadas de rojo y sus manos estaban llenas de anillos. Pero nada estrafalario. Mi abuela era una mujer elegante.

Mi abuelo compraba una pizza en la esquina de su negocio. La ponía sobre el mostrador y comíamos la pizza con unas servilletas de papel mientras el negocio estaba cerrado al mediodía.

Mi abuelo me compró el primer libro de teatro en la librería Martín Fierro a dos cuadras de su negocio: Romeo y Julieta de William Shakespeare. Lo elegí yo.

Con mi abuela comíamos helado en la heladería Venecia. A mí me gustaba el helado de cerezas al marrasquino. Era también el gusto favorito de mi abuela.

Mi abuela se llama Soja, pero le decían Sofía. Mi abuelo se llama Artaches que es la traducción armenia de Arturo. Mi abuela le decía Artiusha.

Mi abuelo se murió cuando yo estaba en Mar del Plata trabajando en teatro. Yo tenía 16 años. Y ya trabajaba en teatro.

Mi abuela se murió a mis 36 años. Hubo casi 12 años en donde yo sólo la vi 4 o 5 veces. Fueron sus últimos 12 años.

Levon me lee en la biblioteca de su casa fragmentos de las novelas de Dostoievski.

Levon se casa con María y tiene dos hijos: Kriko y Silvi. Kriko es un genio y Silvi estudia para médica. Se recibe, ejerce y abandona. María se muere de una afección renal. Dura en diálisis más que cualquier paciente normal. Levon se pega un tiro en la cabeza con una escopeta en la biblioteca de su casa varios años antes de que María se muera. Kriko lo descubre. La única que lo vio después fue mi mamá: tuvo que reconocer el cuerpo.

Durante la segunda guerra mundial mi abuela le colgaba dos cerezas unidas por el cabo en las orejas a mi mamá para despertarla.

Mi mamá fue feliz en Stuttgart. Andaba en trineo.

Mis abuelos tenían un negocio de cortinas para baño. Todas la cortinas las hacía mi abuela. En la máquina de coser y con el sacabocado. El negocio tenía cortinas colgadas en todas las paredes. Esas cortinas eran telones para mí.

Mis abuelos vivían en un cuartito detrás del negocio. El negocio se lo alquilaban a Persichini. El departamento que habían comprado se lo dejaron a mi mamá cuando se casó con mi papá. Unos años más tarde pudieron comprarse el departamento de la calle Bernáldez.

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