21.5.05

Cambio de rumbo

El proceso viro el rumbo: estamos ahora frente a una ¿particular? version de EL IDIOTA del bueno de Fedor D. Nahuel sera el prinicipe Myshkin, Luciano sera su espejo o sus ojos (Rogojin) y Stella los atrapara como la araña Nastasia. La red se teje sobre el encuentro de estos tres personajes en un espacio evadido de lo real: el espacio del recuerdo del idiota. Es el relato de Myshkin el que estructura el espectaculo. Dice asi:

Myshkin

Yo soy el idiota. Me dicen así. Y no es por esto, ni por esto. No. Es porque puedo ver. Así. Perdí mi casa de cuando era chico. Y siempre la busco. Voy por muchos lados buscándola. Soy yo el que cuenta esta historia. Así. Como yo quiero. Como sé contar. Como me sale.

A partir de este espacio de ficcion se construye una memoria.
Myshkin quiere recuperar su casa: ese es su plan.
Rogojin quiere recuperar la felicidad y Nastasia, la paz.
Se necesitan, entonces.
Rogojin ve en el principe la salida: el idiota es el arma que le devolvera la felicidad.
Myshkin ve en Nastasia la casa de infancia o la madre, la niñez o el dolor de haber perdido todo y a ella se lanza para recuperarlo todo o perderlo todo.
Nastasia ve en el principe el peligro del desvio: la felicidad puede volver en aquel cuerpo pequeño pero enorme.
El triangulo se conforma en pocos minutos.
Lo demas es geometria:

Cerca de las nueve de la mañana a fines de noviembre, durante un deshielo, el tren procedente de Varsovia se acercaba a Petersburgo a gran velocidad. La humedad y la bruma eran tales que a duras penas se levantaba el día; a diez pasos a un lado y otro de las vías no se podía ver nada desde las ventanillas del vagón. Entre los pasajeros había algunos que volvían del extranjero: pero eran los compartimientos de tercera clase los que venían más llenos de gente, en su mayoría hombres de negocios que habían subido al tren no lejos de la capital. Como de costumbre, todos daban muestras de cansancio, con ojos soñolientos después de un día de trabajo, todos venían muertos de frío, y sus caras reflejaban el color pálido y amarillo de la bruma. Junto a la ventanilla de uno de los vagones de tercera clase dos pasajeros se habían encontrado frente a frente desde el amanecer: los dos viajaban ligeros de equipaje, los dos estaban lejos de vestir con distinción, los dos eran bastante agraciados de rostro y los dos, por último, deseaban entablar conversación. Si los dos hubieran sabido todo lo que de extraordinario había en ellos en ese momento, se habrían maravillado sin dudas de que el azar los hubiese situado uno frente a otro en un vagón de tercera clase del tren de Varsovia.


Dostoyevski, El Idiota, Libro I, capitulo 1.

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